Cada persona tiene su propia historia; y cada tipo de cáncer, también. Así, las pacientes con cáncer de pecho a menudo son diagnosticadas siendo jóvenes, y tienen más probabilidades de experimentar síntomas físicos y psicológicos en comparación con personas diagnosticadas de otro tipo de tumores.
Tres de cada cuatro mujeres con cáncer de mama manifiestan sentir fatiga -que puede persistir incluso años después del tratamiento-, y son muchas las que padecen síntomas depresivos. Todo ello disminuye la calidad de vida tras el diagnóstico, cuando empiezan el tratamiento, e incluso tras la recuperación.
Otro concepto que se ha demostrado importante es el pesimismo. Éste puede predecir la reacción que tiene la persona ante un evento tan estresante como un diagnóstico de cáncer, y se asocia al estado general de salud.
La fatiga, la depresión o el pesimismo se han asociado con un deterioro en el funcionamiento físico, cognitivo, emocional y social de las pacientes, así como de su calidad de vida y su estado global de salud. De todos ellos, la depresión es el que ha mostrado tener un mayor impacto negativo sobre la salud general, con una influencia relevante sobre la tolerancia de la quimioterapia adyuvante, obstaculizando así la adherencia al tratamiento, y disminuyendo las habilidades para afrontar la enfermedad.
Por otra parte, se ha visto que las mujeres que experimentan más fatiga, problemas de sueño y depresión antes de empezar la quimioterapia son también las que más fatiga experimentan durante el tratamiento, de modo que dicha fatiga no se debe únicamente a la quimioterapia, sino que tiene un origen multifactorial.